La bota de vino

La bota de vino forma parte de nuestro acervo cultural y por eso debemos recordarla y defenderla como se merece.

Estoy convencido, que ya sabéis todos que la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados aprobó eliminar la comercialización de utensilios de plástico no reutilizables, como cubiertos, platos y vasos de plástico, a partir de 2020.

Ante esta noticia, he recordado que tenemos la obligación y el derecho de conocer nuestro pasado, revalorizando aquello que tantos años perduró y hemos dejamos aparte, por la modernidad o por la presión de los mercados. Y entre los olvidados tenemos a dos inventos de nuestro país, como son el botijo y la bota de vino, creados ante el calor de nuestros campos. La tradición de la bota de vino, no la podemos perder.

Historia de la bota de vino

Nos tenemos que remontar a la Antigua Grecia, cuando la Odisea, nos cuenta que Ulises embriagaba a Polifemo utilizando vino en odres. En la Biblia también aparecen referencias, acordémonos de Noé.

Ulises sirviendo al cíclope Polifemo

En el El Quijote, podemos leer: “Sancho caminaba muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga…”.

En 1882, José María de Pereda en El sabor de la Tierruca, escribía:Tomó, por no desairar la oferta, una castaña, y se llevó a los labios la bota de vino; y debió infundirle ánimos la cortés acogida, porque, en vez de seguir su camino, sentose con los de Cumbrales”.

Y pocos años más tarde, en 1897, Juan Naranjo, diseñó la bota de vino reglamentaria del Ejército español, y por una Real Orden, se estableció que los soldados de nuestro país ubicados en Cuba recibirían uno de estos odres como parte de su equipo.

La bota de vino

La bota en sí, es un pedazo de cuero cosido, que clásicamente ha sido de cabra, y posteriormente han aceptado otras pieles, como la de ternera. Con un revestimiento interior, de un producto llamado pez, nombre curioso que a mí siempre de muchacho me llamó la atención, y que simplemente es una resina de pino o de enebro. Y en tiempos más cercanos, se suelen también recubrir su interior con otro producto extraído de los arboles, como es el látex. El cometido de estos recubrimientos es para impermeabilizar la piel y que no pierda el líquido que contiene.

El látex debido a que no trasmite aroma al vino, permite usar las botas para otros líquidos que no sea vino. Las botas de vino clásicas, con revestimiento de pez, siempre sostuvieron que “da un buen vino”, pues se decía que el mal vino mejoraba en la bota.

Ventaja de la bota de vino y su uso

Tiene una serie de bondades, como el conservar la temperatura, permitir una transporte sencillo y no precisar de otro elemento para beber su contenido. También podemos decir que es ecológica, a la par, que higiénica.

El beber de la bota, tiene su “técnica”, pues no todos saben hacerlo. Siempre se valoró, entre otros detalles, el tiempo y cantidad de caída del chorro, e incluso, se penalizó al primero que se manchaba la camisa, pagando el rellenado.

Reconozco, que ahora que vivimos en un tiempo donde beber vino, muchas veces, se convierte en algo muy técnico y con copas específicas, la bota no nos va permitir valorar las fases de una cata de vino: visual , olfativa, ni fase de boca, dado que el vino persiste muy poco tiempo en la misma.

La tradición de beber vino en bota fue asociada a jornadas de campo, excursiones, romerías o a comidas familiares, en las que la bota pasaba de mano en mano y donde las risas estaban por encima del bouquet del vino. Tras cada ronda de bebida, casi siempre, aparecía alguna frase ingeniosa, o cuanto menos, graciosa.

Ahora la juventud realiza también rondas con sus famosos botellones, pero entiendo que las frases que surgirán, serán bastante menos interesantes.

Para finalizar, os recuerdo otros utensilios de nuestra cultura del vino, que no debemos olvidar, como el porrón, los garrafones o damajuanas y los pellejos. El botijo va aparte.

Gabriel Argumosa
Academia Cántabra de Gastronomía